Pero llegados a este punto surge la inevitable cuestión: ¿Qué podemos hacer en concreto ante tanto sufrimiento? Si somos capaces de enfrentarnos a la complejidad de la realidad sin refugiarnos en fáciles simplificaciones y reduccionismos, las cuestiones se encadenan una tras otra: ¿Debemos atender al ser humano concreto que necesita ser ayudado sin demora o hay que intentar luchar contra las causas últimas de la pobreza, la injusticia o la violencia? Y en el ámbito de esas causas últimas ¿son más decisivas las estructuras político-económicas perversas o la insensibilidad, ambición o afán de poder de quienes están en la cúpula de esos sistemas alienantes?

¿Cuáles son los límites de la necesaria ayuda económica y tecnológica a los pueblos en vía de desarrollo, pueblos que con frecuencia poseen, a pesar de su pobreza, una sorprendente alegría de vivir, tan ausente en nuestra consumista sociedad desarrollada? ¿Cómo avanzar por la senda de la prevención de los conflictos, dedicando mayores recursos a esta tarea, sin dejar de remediar las consecuencias de los que ya no hemos sabido o podido evitar? ¿Cómo frenar y reconducir la creciente desigualdad entre países ricos y pobres y evitar los terribles genocidios que se suceden más allá de nuestras fronteras, sin evadirnos de nuestra más inmediata realidad social, en la que siempre hay carencias? ¿Cómo articular todas estas tareas sociales con la protección de la hermana-madre tierra, que en este momento crítico necesita ser preservada y cuidada por los seres humanos, y de la que al mismo tiempo dependemos totalmente? ¿Cómo ser portadores de esperanza en los infiernos de la tortura y la crueldad más inhumana? ¿Cómo y dónde cimentar nuestra propia vida para que todas estas situaciones, en las que pretendemos influir, no nos destruyan a nosotros mismos? ¿Cómo integrar todos estos opuestos? ¿Cómo ser eficaces sin caer en la tiranía de «lo útil», que reduce la solidaridad a resultados mesurables? ¿Cómo compartir la suerte de aquellos a los que no podemos ayudar porque nos lo impiden las armas empuñadas, o al menos interesadamente toleradas, por aquellos que deciden qué pueblos caben o sobran en el nuevo orden internacional? ¿Cómo evitar que la necesaria especialización fragmente la imprescindible percepción global de la realidad?

Mercedes Sosa – Solo le pido a Dios
Facundo Cabral – Este es un nuevo día